He de confesarles que tengo un inquietante dilema ante la cada vez más cercana fecha del 20-N. Y digo inquietante porque he podido comprobar en los últimos días cómo me revuelvo incómodo en la cama cuando intento conciliar el sueño. Una sorprendente indecisión, de la que es testigo mi desconsolada almohada, me invade después de escuchar cada noche en la radio las noticias con las que se cierra la jornada.: Grecia, Papandreu, G-20, ‘Mercozy’, deuda pública y déficit, paro, recesión, recapitalización bancaria, recortes sociales, ajustes laborales, Rajoy, Rubalcaba, Cayo Lara, Durán Lleida, Josu Erkoreka, Amaiur…
Así que después de apagar la radio empiezo a realizarme las siguientes preguntas: ¿Votaré en las próximas elecciones? ¿Quiero votar? ¿Y si me abstengo? En el caso de votar, ¿a qué opción? Y si no deposito mi voto en la urna ¿acaso es que se me han olvidado los años de lucha para que pueda ejercer ese derecho? Si voto, ¿lo haré por convicción a una determinada opción política o será un voto de castigo? ¿Me creo los programas que nos venden los políticos o prefiero hacer como que me los creo? ¿No es cierto que los mismos políticos que nos ha llevado a esta incertidumbre diaria son los que nos van a sacar de la misma? ¿En dónde están en estas elecciones los representantes de ‘democracia real ya’?
Así que para dormirme, en lugar de contar ovejitas, atiborro mi cansado cerebro de reiteradas y circulares preguntas hasta que por agotamiento los párpados deciden ensombrecer la mirada. Me despierto ya por la mañana e instintivamente pongo la radio (como ven una forma de autoinmolarme) para encontrar alguna noticia que me haga un poco más feliz este oscuro presente que vivimos. La noticia hoy es que los dos principales partidos se han puesto de acuerdo par celebrar un único debate electoral en televisión. Y escucho al que va ser moderador del mismo, Manuel Campo Vidal, declarar que “la distancia entre 0 y 1 debate es infinitamente superior a la que habría entre 1 y 2” (debates).
¿Y esta es la democracia que hemos conseguido?, me pregunto de nuevo. Como espectáculo televisivo es ideal. Sin embargo, ¿es democrático marginar al resto de las principales opciones políticas que participan? ¿Por qué tienen que contentarse éstas con un posterior debate en la televisión pública?. Definitivamente, he votado en todas y cada una de las elecciones democráticas celebradas en nuestro país desde aquel ya lejano 15-J de 1977. El caso es que nunca como hasta ahora he estado tan escéptico antes de una consulta electoral. Tengo dudas de votar y a qué partido y recelo de no votar. Te pido perdón, almohada, por las malas noches que te seguiré dando.