Acabo de ver en el periódico una foto que me ha producido una evidente conmoción. Me refiero a la que muestra a un sonriente y descorbatado alcalde de Jaén, José Enrique Fernández de Moya, cuando se dispone a recoger un suculento plato de lentejas. Detrás de él, dos hombres negros sonríen también, mientras que un tercero, blanco, mira con cierta resignación cómo el político va a recoger su ración de comida. La escena se produce en el albergue de temporeros recientemente abierto para acoger a quienes buscan un refugio seguro y una comida caliente durante la campaña de aceituna.
Me parece un gesto digno de resaltar por parte del alcalde. En demasiadas ocasiones se asocia al PP con los sectores más poderosos de la sociedad, a los que preocupa más lo que van a ganar los recogedores de aceituna que las condiciones en las que han de realizar ese trabajo. Por eso, bajar al tajo de los más desprotegidos y tomarse un plato de lentejas es un toque de distinción de Fernández de Moya. Un acto muy inglés, tan en desuso por estas olivareras tierras. No está nada mal que un alcalde deje su despacho con más frecuencia de lo que estamos acostumbrados y pise la calle. Deseo que este tipo de gestos no sea fruto de la inquietud de un novato en el cargo.
Con las lentejas del alcalde me ha pasado algo así como con la magdalena de Proust. Mientras que el alcalde recogía sus lentejas me he acordado de que a esa misma hora muy probablemente se dispondría a almorzar Carmen Puri Peñalver, la ex alcaldesa, ex secretaria del PSOE de la capital, ex concejal y ex diputada provincial. Menudo marrón le han obligado a tragarse sus propios compañeros en esta lucha fratricida que se les va a indigestar a todos, incluido al vencedor de la contienda: Francisco Reyes. Ya ven, ayer Peñalver lo era casi todo en la capital y hoy ya no es nada, políticamente por supuesto. La querían obligar a tomar lentejas. Y lo ha dejado todo.
Debería de tomar buena nota Fernández de Moya. Los políticos hoy te encumbran y mañana te hunden. Pero nada pueden hacer contra aquellos que se ganan el aprecio, el respeto y el cariño de los ciudadanos a los que gobiernan, cuando ven previamente que estos han sido tratados con aprecio, respeto y cariño, sin distinción de creencias, ideología, raza o sexo. Parece utópico y ocurre muy pocas veces, pero hay quien lo consigue. Supongo que Carmen Peñalver sabe ahora de lo que hablo.
En todo caso, las lentejas que degustó el alcalde el otro día en el albergue de temporeros tienen también una lectura política, porque este va ser sin duda el plato de moda en los dos próximos años, como mínimo. Porque lentejas (o las tomas o las dejas) son las que nos va a servir Rajoy como receta económica para atajar el déficit público. Ya lo acaba de anunciar su ‘alter ego’, la presidenta de Castilla-La Mancha, Dolores de Cospedal. Reducción del 3% del salario de los funcionarios, 2,5 horas más de trabajo a la semana (de 35 a 37,5 horas) y cogestión público-privada de los hospitales.
Esto son lentejas. Así que cuando las veas no quedará más remedio que soltar un ¡qué ricas las pobres!