Empieza la campaña electoral. Los andaluces estamos llamados a votar por tercera vez en el plazo de diez meses. Y no estamos ante una cita electoral más. El próximo viernes se enciende el semáforo y comienza la gran carrera de las urnas que nos llevará hasta la meta del próximo 25-M con dos aspirantes a la victoria.
Finaliza esta larga, a veces tediosa, otras veces crispada y siempre ruidosa precampaña electoral, que cogió temperatura desde la marcha a Madrid de Chaves y desde la elevación a los altares políticos de Griñán.
Desde entonces tengo la sensación de que se vive en la clase política andaluza como en una cierta interinidad a la espera de despejar el horizonte político y de que se claree el panorama. Ya habrá tiempo después para afilar los cuchillos y de ajustar cuentas pendientes, dicho siempre en sentido figurado, en función de los resultados que los partidos políticos obtengan en esta nueva confrontación electoral.
Arenas ya parece acariciar el gobierno en su cuarta intentona a la presidencia de la Junta, según se encargan de remarcar todas las encuestas que marcan tendencia en este sentido. Mientras, el PSOE y Griñán se aferran al “hay partido”, por lo que no descartan gobernar con Izquierda Unida en su primera reválida al frente del proyecto socialista.
Independientemente del partido y de la opción que finalmente gobierne me gustaría que se mirara más para adelante, que se deje de mirar por el retrovisor, que se piense en los ciudadanos y que se tenga en cuenta eso tan pomposo que llaman altura de miras. No estoy pidiendo que se haga borrón y cuenta nueva. Para nada. Simplemente que el pasado no sirva de coartada para no dar respuestas a los problemas del presente, que no son pocos.
Simplemente que se ponga el foco en los problemas y el altavoz en sus soluciones, en fomentar más una cultura de pacto, en arrimar el hombro, en tirar del carro sin poner palos en las ruedas y en que tanto el gobierno como la oposición hagan los deberes que los ciudadanos les asignen: gobernar o estar en la oposición. Y siempre pensando en que están prestando un voluntario, noble y responsable servicio a la sociedad y en beneficio del interés general. Que no se les olvide nunca. Que no tienen licencia para hacer lo que les venga en gana porque los ciudadanos no les damos un cheque en blanco.
Más allá de los asuntos clásicos de esta larga precampaña, cuyas cantinelas y estribillos de brocha gorda ya conocemos, me gustaría escuchar estos días propuestas, menos ruido, más definición, más concreción, qué ofrecen, qué piensan hacer en cada una de las áreas, no decir Diego para luego hacer digo, sin falsas promesas y sin ofrecer el oro y el moro para contentar a la hinchada. Y desearía que se rebajara tanta crispación política inútil y partidista para que las hojas nos puedan dejar ver con claridad y nitidez el bosque de esta realidad que tanto preocupa a muchas familias, a las que hay que ofrecer aliento y ayuda.
Me conformaría con que los políticos buscaran menos titulares, predicaran menos, repartieran más sentido común, tuvieran más acierto en sus decisiones e hicieron todo lo posible para solventar, o al menos atenuar, los grandes problemas de este país. A todos nos iría bastante mejor. Quizás estoy pidiéndole peras al olmo porque hay mucha sordera política a lo que demanda la gente de a pie. En cualquier caso, la carrera electoral está lanzada. Y las espadas parece que están en todo lo alto. O eso parece.