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“El verdadero cambio es el de las políticas sociales y el de contar con gente como Micaela Navarro”. Fue el pasado 17 de marzo en un mitin en Úbeda. El candidato socialista, José Antonio Griñán, en un intento a la desesperada por dar la vuelta a las encuestas que lo daban como claro perdedor de las Elecciones Andaluzas del 25-M, ondeó con orgullo la bandera de los servicios sociales. Era, admitió entonces Griñán, una parcela en la que los socialistas podían sacar pecho por la gestión llevada a cabo por la iliturgitana Micaela Navarro (y no solo por la Ley de la Dependencia).

Faltaba apenas una semana para los comicios autonómicos y entonces nadie dudaba de que Micaela Navarro seguiría formando la piedra angular del nuevo Ejecutivo andaluz, en caso (poco probable entonces) de victoria socialista. El PSOE perdió, pero Griñán salió victorioso al truncarse la mayoría absoluta del PP que pronosticaban todos los sondeos. Y la misma noche electoral, cuando Griñán compareció para proclamar un futuro gobierno PSOE-IU, hubo algunas imágenes que ya auguraban que nada sería igual. Los ajustes (políticos) de cuentas estaban a punto de servirse fríos. Micaela Navarro aparecía entre la eufórica familia socialista muy relegada en una cuarta o quinta fila y su rostro ya delataba lo que ella misma presentía. De nada servía su impecable gestión en el área social del Gobierno andaluz (viva la coherencia de los discursos). La política es así. Había jugado, y había perdido.

Micaela Navarro no dudó en posicionarse al lado de su buen amigo Alfredo Pérez Rubalcaba en el proceso congresual del PSOE. Lo hizo en sintonía con el presidente y el secretario provincial socialista, Gaspar Zarrías y Francisco Reyes, respectivamente, que la catapultaron al primer lugar de la candidatura socialista por Jaén. Navarro adelantó en el escalafón del PSOE jiennense a Mar Moreno, anterior cabeza de lista y que era la favorita de Griñán para repetir. Por eso, su nombramiento se interpretó en clave interna como una estrategia de los rubalcabistas (no se sabe si pergeñada o no por Zarrías) para dar un golpe de timón en el PSOE andaluz. Lo que ocurre es que celebraron el entierro de Griñán antes de tiempo.

Y llegó la constitución del Parlamento y Micaela aparecía en la foto de familia de los diputados socialistas (ver hemerotecas) en una esquina con un semblante que hablaba por sí solo. No sólo había sido relegada (algunas crónicas hablaron incluso de que fue ninguneada) por el núcleo de confianza de Griñán, sino que su suerte ya estaba escrita. Y así se ha confirmado con el nombramiento del nuevo Ejecutivo andaluz, del que sale la diputada jiennense y, de un plumazo, Griñán se carga la joya de la corona de su anterior Gobierno: Igualdad (ahora en Presidencia) y Bienestar Social (ahora en Salud).

Habrá quien piense que Micaela ha sido víctima del exceso de cuota política de Jaén en el nuevo organigrama andaluz. Si se tiene en cuenta que varias provincias han quedado sin ningún representante, el hecho de que Jaén cuente con dos consejeros (Antonio Ávila, en una macroárea política, y Mar Moreno, que se reencuentra con Educación, otra área clave, en palabras de Griñán) parece razón de más para justificar la salida de la iliturgitana. Así sería si no fuera porque el discurso de Griñán ha sido un monumento a la incoherencia. No se puede presumir de que Andalucía sea el referente de las políticas sociales de todo el país y luego fulminar a quien las dirigía. No se puede decir que el nuevo Gobierno no tendría en cuenta las cuotas territoriales y que se apostaría por el mérito y la capacidad, y luego despreciar todo ese caudal y sacar los cuchillos a la arena política. Tampoco la explicación que Griñán dio a la salida de Navarro cuando anunció su Gobierno ayudó mucho a disipar dudas: “No hay ninguna razón especial. La misma que las otras [salidas]”, dijo un frío y lacónico Giñán, que no le dedicó ni una palabra amable.

Lo dicho. Así es la política. Las facturas se cobran tarde o temprano. Micaela ha caído en desgracia, al menos por ahora. Otra cosa será lo que ocurra en los congresos del próximo mes de julio, donde pueden volver a aflorar los cuchillos.

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