Estimado alcalde Enrique Fernández de Moya:
He leído y he visto en los últimos días cómo su nombre, muy a su pesar, ha ocupado la atención de los medios informativos. Primero, por el cobro de sueldos y sobresueldos que ha percibido hasta presidir la Corporación Municipal y que tan honestamente (lo contrario hubiera sido una ilegalidad) usted declaró a la Hacienda pública. Segundo, por haber presidido un pleno del ayuntamiento en el que los votos absolutos de su partido han permitido la creación de un complemento específico para los colectivos de Policía Local y de Bomberos. Algo que a simple vista parece una discriminación salarial con el resto de trabajadores municipales.
No voy a reprocharle yo, señor alcalde, el que haya cobrado y compatibilizado tantos o cuantos sueldos y sobresueldos. En la conciencia de cada uno se guardan todas y cada una de las decisiones que a lo largo de la vida tomamos y de las que sólo uno se puede responsabilizar. Tampoco voy a ser yo quien le recrimine si los policías locales y los bomberos tienen o no que cobrar en sus nóminas un complemento específico. Para eso tiene asesores y concejales que cobran un sueldo público con el fin de adoptar en cada momento las decisiones más adecuadas en beneficio de la comunidad (aunque en la mayoría de las ocasiones esa no sea la sensación que llega a los ciudadanos).
Dicho esto, no voy a pasar por alto lo que para mí tiene más trascendencia. En ese mismo pleno del ayuntamiento en el que se aprobó el complemento específico para policías locales y bomberos, uno de estos últimos se levantó y comenzó a increpar a la concejal socialista Matilde Cruz. Reproduzco textualmente la detallada información de la periodista Lorena Cádiz publicada en el diario Ideal: “Los compañeros presentes empezaron a aplaudirle y el bombero se fue encendiendo aún más hasta el punto de que dejó la zona del público e invadió la bancada socialista hasta situarse prácticamente cara a cara con la concejal…ante la pasividad de los agentes de la policía Local que vigilaban el salón de plenos, que contemplaron la escena pero no actuaron”.
Entonces, señor alcalde, cuando le reprocharon los concejales de la oposición su pasividad ante ese hecho, usted proclamó cual insigne senador: “Escuchen al pueblo, porque yo he tenido que aguantar muchas cosas en este pleno, como que me insulten a mí y a mi familia”.
Lleva razón Enrique Fernández de Moya al hacer públicamente ese alegato. Es cierto lo que argumenta. Pero el que otros alcaldes permitieran abusos verbales e insultos hacia su persona no implica que usted tenga que permitirlos, ampararlos o tolerarlos. Porque usted ya no es un ‘simple’ concejal de un partido en el Ayuntamiento de Jaén. Es usted el alcalde de la ciudad de Jaén y, por tanto, todo cuanto usted haga por acción u omisión lo hará en representación de los ciudadanos de la capital. Es su conducta la que debe marcar tendencia y no que la tendenciosidad de algunos marque su conducta. Por ese camino sólo reconocerá la indiferente mirada de los ciudadanos cuando deje de ser alcalde.
Sinceramente pienso que su proceder no se corresponde ni con su educación familiar ni con su formación universitaria ni con su vocación política, fraguadas a lo largo de duros años de sacrificio personal.
Me hubiera gustado ver a mi alcalde hacer un alegato a favor de la persona (sea del partido que sea) que se ve increpada en un pleno de la Corporación Municipal que usted preside. Creo que fue Voltaire quien dijo: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.
Porque en estos tiempos tan duros y difíciles para tantos ciudadanos necesitamos más que nunca quijotes que se enfrenten a los molinos de viento.