Fernando Morán, amigo de los periodistas
José Manuel Fernández [Periodista]
El ritmo vertiginoso en que se mueve la política, como reflejo de una sociedad cada vez más dinámica, obliga a amortizar continuamente a personajes de la vida pública sin que se nos permita una mínima reflexión sobre lo que supusieron en cada caso de aportación a la convivencia de nuestra comunidad. La inercia que nos lleva al olvido prematuramente, suele producirse cuando no hay mucho o bueno que recordar, y el legado, por distintas razones, merezca como mal menor, solo el silencio o algo peor. En Jaén de todo esto, aplicado a la política, sabemos mucho.
No es el caso de Fernando Morán, un asturiano que ejerció de representante jienense en las Cortes y, por lo visto después de él, con una enorme dignidad y eficacia, que no es decir poco al hablar de política.
El poder de convocatoria de algunos partidos a través de sus siglas, o la simple inercia electoral, convirtió en costumbre hace unos años que las listas de candidatos al Congreso fueran encabezadas por personajes de la vida política no naturales ni residentes en la demarcación provincial correspondiente, eso sí, a todos se les atribuía un currículum ilustre o, cuando menos, una vinculación lejana con la tierra donde reclamaban el voto. Con ello, se garantizaba la elección del personaje al tiempo que se alentaba el voto de la formación para que otros, en posiciones no tan ventajosas, fueran elegidos también.
Eran los llamados candidatos cuneros, sobre los que, en la provincia de Jaén, tenemos una amplia experiencia, incluso más allá del periodo democrático reciente. Personalidades de la talla de Landelino Lavilla, que fue presidente de las Cortes y ministro de Justicia; Miguel Boyer, ministro de Economía; la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega o Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, han ocupado escaños en el Congreso gracias a los votos del pueblo de Jaén. Unos con mayor decoro y fortuna, otros con mayor descaro o desprecio de su electorado, todo sea dicho. Todos, a mayor gloria propia.
Entre los más honorables, mi preferido siempre fue Fernando Morán, diputado por la provincia en la legislatura que comenzó el 28 de octubre de 1982, a raíz de la victoria de Felipe González para el PSOE, en cuyo primer gobierno ocupó la cartera de Asuntos Exteriores. Con él ocurrió el extraño fenómeno, que no ha vuelto a repetirse, de que la provincia se situara en punto de referencia de la política internacional, sobre todo desde la perspectiva de los periodistas, y que crónicas sobre estos temas, fueran fechadas en Jaén.
Por primera vez, como digo, los periodistas éramos convocados por un ministro y en la propia capital de la provincia, a ruedas de prensa sobre temas que rebasaban el interés nacional. No era extraño, incluso se hizo familiar, que Fernando Morán informara sobre conversaciones de desarme de las grandes super potencias, sobre la seguridad europea o las negociaciones para la integración española en el, por entonces, todavía llamado Mercado Común Europeo (Comunidad Económica Europea).
Tampoco resultaba extraño ver cómo el propio ministro ejercía de traductor para los periodistas, en entrevistas a personalidades de otros países que pasaban por Jaén. A menudo se ha hablado de su carácter afable o bondadoso, pero pocos en Jaén tuvieron la oportunidad de comprobarlo mejor que los que tuvimos relación con él por motivos profesionales.
Ahora que con tanta frecuencia se critica o ataca el trabajo de los periodistas, la figura de Fernando Morán, fallecido hace unos meses, se nos aparece como irreconocible en la vida pública. Una persona de altísima formación intelectual, pero de una inusitada humildad en lo personal, que sí merecería, cuando menos, un recuerdo de gratitud.
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