Periodistas

Los periodistas vamos a celebrar la festividad de nuestro patrono, San Francisco de Sales (1567-1522), del que se dice que escribía hojas clandestinas de día y las metía de noche por debajo de las puertas. En realidad, hoy tenemos pocos motivos para alegrarnos. Es realmente descorazonador observar cómo en los últimos años el prestigio de la profesión periodística ha disminuido lenta y progresivamente. Lo que en su día eran empresas familiares y negocios (los menos) encauzados hacia la consecución de objetivos comunes a la sociedad, se han convertido en emporios multinacionales o nacionales para los que los medios de comunicación no son un fin en sí mismos y sí un medio para conseguir otros objetivos. Por ejemplo, la manipulación política de la información en función de los intereses de los grupos a los que representan.
Basta con echar un vistazo al kiosko, con tomar el mando de la televisión a la hora de los telediarios o con mover el dial en la radio. Una misma noticia se trata en cada medio según el color del cristal con el que la empresa lo mira. Y los periodistas, en muchos casos, hemos aparcado nuestra independencia y objetividad (autocensura) en beneficio de otros intereses que no casan con la profesión.
Por eso, hoy que tan denostado está todo lo público, quiero romper una lanza a favor de RTVE, que en los últimos años es todo un ejemplo de honestidad informativa, de objetividad en los tiempos, de pluralidad con las opciones políticas y de profundidad analítica, y todo eso completado con una mirada global al mundo que nos rodea.Me parecen de ley estos elogios ahora porque me temo que si sigue adelante la propuesta del gobierno de reducir en 200 millones el presupuesto público de RTVE, nos veremos de nuevo con esa imagen bochornosa en la que el director y presentador de los informativos de la televisión pública, Alfredo Urdaci, cuando tuvo que leer obligado por los tribunales una sentencia favorable a Comisiones Obreras, pronunció las iniciales CC OO. Puede parecer una simple anécdota, pero así quedó reflejada para siempre una forma abominable de periodismo así como un maltrato despreciable hacia el telespectador. (ir a http://www.youtube.com/watch?v=jvydRtfEjVY ).
No permitamos que la crisis económica sea una excusa de los políticos para adelgazar los medios de comunicación públicos y me refiero, ahora, a los nacionales, autonómicos y locales, porque está en juego mucho más que los puestos de trabajo. Además, todo esto sucede sin que los periodistas hayamos sido capaces de unirnos en un sindicato poderoso que defienda los intereses profesionales y laborales. No entiendo, sobre todo, cómo los más jóvenes periodistas, que cobran salarios de miseria, no sean organizado para gritar un ¡basta ya! No se trata de una mera indignación, me refiero a una rebelión contra la precariedad y la explotación en sus puestos de trabajo.
Y todo esto se produce, además, cuando los periodistas en los medios escritos, por ejemplo, han de redactar sus informaciones para el periódico, mantener vivo un blog, actualizar diariamente sus entradas en las redes sociales, tomar si se puede fotos de la información que cubren o hacer un vídeo para subirlo a la página digital del diario. Todo por el mismo precio, esos sí, rebajado o congelado con respecto a años anteriores. Un esfuerzo excesivo que impide al buen profesional (que los hay y excelentes en esta provincia) investigar y analizar las informaciones así como contrastarla con rigor. No es que no quieran hacerlo, es que no tienen tiempo. Mientras tanto, las empresas hacen la vista gorda porque no les importa tanto los contenidos como la cuenta de resultados.
En el mundo actual, tener medios de comunicación es tener poder. Como sostiene Kapuscinski, “ el cronista que llega de hacer una cobertura  no le pregunta su jefe si la noticia que trae es verdadera, sino si es interesante y si la puede vender. Este es el cambio más profundo en los medios de comunicación: el remplazo de una ética por otra”.
Así pues, que el día de San Francisco de Sales sirva para hacer también una reflexión con el fin de poder encontrar alguna pista que nos lleve a salir de la encrucijada por la que atraviesa la profesión periodística. Y Jaén es un buen ejemplo.