Muerte a las primarias, arriba el dedazo
Los políticos no paran de retratarse. Y de sorprendernos. Se superan. También de manera interna. Porque externamente ya sabemos lo que le gusta a un político retratarse y salir en una foto, por encima de la noticia en sí misma, que generalmente viene a ser de argumentario, de manual, de bolsillo.
Y ahora vuelven a retratarse y a retractarse con las primarias. Eso del soplo de aire fresco de libertad y de participación en mayúsculas de las bases, lo que se dio en llamar “el efecto de las primarias”, ha quedado en papel mojado. Al menos en Andalucía, donde el Comité Director del PSOE, máximo órgano de representación entre congresos, ha decidido (ojo por unanimidad y por aclamación), solicitar a la dirección federal que se suspenda este proceso para los municipios de más de 50.000 habitantes. Y digo yo: ¿y para los de menos de 50.000 sí o no, o da igual? Qué cosas hacen y dicen estos políticos. En Andalucía no, en Madrid ya veremos. Juegos de confusión. ¿Una cosa y la contraria?
Como el papel lo aguanta todo y lo que antes era bueno ahora es malo, pues pasa lo que pasa. ¿Y qué pasa?. Que vuelve a ganar la mesa de camilla en la que se asientan, sin ningún riesgo ni ninguna amenaza para su confortable futuro y asegurado presente, bajo unos cómodos aposentos, unos pocos poquísimos. Arriba el dedazo, en unos casos sin complejos; y en otros revestidos de sutiles matices de fontanería política que sofoca y pliega a los que saquen los pies del plato. El mismo perro, pero con distinto collar. El PP lo impone sin más, sin rechistar; el PSOE da apariencia de que se elige mayoritariamente y por consenso lo que han decidido previamente uno o unos pocos. Viste mejor el santo, en este caso el candidato o su candidato, que a veces no es el de la gran mayoría, que de manera sistemática y sin aspavientos cierra filas para no complicarse la vida.
El entierro, exención o suspensión de las elecciones primarias lo llaman los que juegan a la política y viven de la política, certifica y acentúa aún más una realidad cierta y que va en aumento: el desafecto ciudadano de la clase política. Y muchas veces, ganado a pulso. Y en este caso de las primarias me pregunto por qué hay tanto temor a que hablen y se pronuncien las bases en clave interna en un proceso en el que realmente deberían elegirse a los mejores o, en su defecto, a los menos malos. Dicen los que llevan años en esto del teatro de la política que las primarias son bonitas, pero no son efectivas, porque provocan algo más que rasguños. A los precedentes hay que remitirse, porque siempre ha perdido el candidato del aparato, con lo cual se desestabiliza el poder preestablecido y se tambalea el estatus quo de esa minoría que controla a la mayoría.
Pero, en qué quedamos. ¿Queremos participación real o consejos de administración instalados en los aparatos políticos, con jerarquía pura y dura, con ordeno y mando sin más? Creo que la política debería ser otra cosa. Que nadie se engañe y no engañemos a nadie. La participación en los partidos políticos no es saludable para el que ostenta el poder y el control interno. Bien es verdad que de puertas para fuera viste mucho. Es un gancho, un reclamo, una percha para colgar discursos muchas veces huecos y vacíos de contenido. Porque luego, en clave interna, se recula, se cambia de discurso sin ningún coste político y si es preciso se hace lo blanco negro. Y nadie se pone “colorao”. Incluso se ve correcto y oportuno. Y el que disiente de estos comportamientos y de estas actitudes, que son muchos fuera de los despachos, pues se pone de perfil y qué le vamos a hacer. Pelillos a la mar. Los partidos políticos son así y los militantes son maravillosamente obedientes.
Mientras, la democracia interna en las formaciones políticas se resiente, pero sus responsables siguen en las poltronas. Siempre siguen los mismos. Ahí están los currículum de sus trayectorias. Duran y perduran. Ayer en este cargo, hoy aquí y mañana allí. Qué le vamos a hacer. Así se escribe la historia de esta partitocracia. Pues que sigan por este camino. Pasarán a la historia, pero ¿se les reconocerá como auténticos y verdaderos hombres de historia, o como personajes que se aferraron al cargo años, más años, lustros y legislaturas? Un poquito de autocrítica, por favor. En cualquier caso, mucha suerte para la elección de los candidatos. La van a necesitar con la que está cayendo.