Autovía Andrés de Vandel...¿qué?
Una vez más, y son ya incontables, la decepción nos llega desde el poder.
Resulta que todo lo superfluo por invertir, todos los proyectos de infraestructuras prescindibles de Andalucía se encuentran en la provincia de Jaén. El ministro de Fomento lo ha anunciado formalmente y nadie, nadie de esta tierra, ha movido una pestaña para protestar, no sabemos si en un nuevo alarde de escepticismo del que permanentemente hacemos gala, o de otra cosa peor de definir.
En apenas unos meses, le han dado de nuevo la vuelta al calcetín y hemos pasado de debatir sobre cómo habrá de bautizarse la Autovía de Levante, de importancia crucial para Jaén, en una inminente inauguración que supondría un enorme revulsivo para las comarcas orientales, a anunciar que vuelve a posponerse el proyecto, tal vez indefinidamente. Ni sindicatos, ni patronal, ni grupos políticos, ni entidades ciudadanas. Nadie ha dicho ni pío.
No importa cómo se analicen los temas, lo cierto es que siempre nos toca la china a los mismos, tanto si es para avanzar como para retroceder. Hace poco refería yo a González Urbaneja, un prestigioso periodista de temas económicos, el drama de la provincia de Jaén, a cuento de otra cosa, para concluir que en los centros de decisión existe un total desconocimiento sobre los problemas de esta bendita provincia, motivo por el cual las inversiones siempre pasan de largo. De ahí que las decisiones siempre resulten decepcionantes. Nuestro escaso nivel de actividad industrial o comercial, desde luego, no son fruto de la casualidad.
No sólo eso, sino que además, nos hacen pasar por imbéciles, aplicando soluciones que no aceptarían o supondrían un escándalo en cualquier otro sitio. Es el caso de la línea AVE Jaén-Sevilla, el aeropuerto Granada-Jaén, los casi veinte años de retraso del Museo Ibérico y ahora la cacareada Autovía Andrés de Vandelvira. En el horizonte de la historia permanecen sepultados otros proyectos similares, como el ferrocarril Baeza-Utiel, un sueño convertido en castillo de naipes y, sobre todos ellos, podría establecerse un paralelismo recurrente acerca de la endémica visión aldeana de nuestra clase política.
La provincia siempre acaba convirtiéndose en un escenario de fábula, donde es posible hacer fotos inaugurales, para luego replegar el cartón piedra y trasladarlo a otro punto de conveniencia. Los personajes protagonistas y la música de acompañamiento siempre son los mismos. El siglo XX está plagado de este tipo de decepciones. Nos hemos acostumbrado a asistir como espectadores a la puesta en escena de este tipo de comedias sin elevar mínimamente el tono de voz. ¿Somos un pueblo dócil?
¿Somos ciudadanos solidarios o sólo insensatos que se adormecen a los cantos del poder?