Huelga y catarsis sindical
Los sindicatos también necesitan una catarsis (purificación) y la tendrán a partir del 29-S, cuando hagan balance de la huelga general convocada para esa fecha. Ya veo los titulares de ese día en los diarios digitales y un día después en los de papel: “UGT y CC OO consideran un rotundo éxito el seguimiento del paro”. Nadie va a poner en entredicho que a las centrales sindicales no les ha quedado más remedio que justificarse a sí mismas mediante ese golpe de efecto. Nadie duda de que tienen evidentes razones como para llamar a los trabajadores a que paralicen el país. Nadie duda de que los trabajadores tienen suficientes motivos como para secundar la huelga general. Sin embargo, se extiende como un calambre psicológico que una gran mayoría no la va a secundar, al menos voluntariamente.
No dudo de que los sindicatos van a paralizar el país, basta con controlar los medios de transporte de las grandes ciudades para que la sensación de paro generalizado pueda parecer visible. De modo que se puede producir la siguiente y aparente paradoja: que la huelga sea un éxito por la incidencia del paro en la vida real y al mismo tiempo un fracaso si los trabajadores no la secundan de forma voluntaria. Los funcionarios no secundarán la huelga porque a sus ya esquilmados salarios no quieren añadir la merma de un día de trabajo, cuando saben que no conseguirán nada con el paro. Los empleados de servicios, en su mayoría con contratos inestables e inseguros, saben que sus puestos pueden peligrar y que no habrá problemas por la parte empresarial para contratar a nuevo personal de entre los más de cuatro millones de parados. Y los trabajadores de las grandes empresas, en una situación de crisis generalizada, tienen sobre sí la amenaza de perder sus puestos de trabajo si las empresas tienen que cerrar.
Ante este panorama, pregunto, ¿es éste el mejor momento para convocar una huelga general? La respuesta es no. Porque, vamos a ver, cómo es posible que dos sindicatos de tradición obrera y lucha sindical y democrática no hayan podido llegar a acuerdos con los empresarios tras más de dos años de negociaciones, mientras el paro engorda a diario y el empobrecimiento del país no decrece. En otros países de evidente tradición sindical, han sido los propios representantes de los trabajadores los que han negociado reducciones salariales muy por encima del cinco por ciento, así como el incremento de la productividad con tal de que no se produjeran despidos en las empresas. Pero el que no tiene trabajo ni esperanza de poder encontrarlo, qué reducción de salario va a negociar si no tiene ninguno.
De ahí que sostenga que a partir del 29-S los sindicatos deberían iniciar su propia catarsis antes de que sea demasiado tarde. Necesitan una modernización ideológica (el vídeo del Chiquilicuatre es un símbolo perfecto de esa necesidad) y una depuración de sus estructuras internas, si quieren evitar que sea el propio desencanto de los trabajadores el que empiece por autodestruirlos.