Cirugía estética ministerial
El nuevo Gobierno anuncia a gritos silenciosos: ahora empieza la campaña electoral. El sorpresivo golpe de efecto de ZP supone una evidente reconversión de algunos criterios personales que el presidente había aplicado hasta ahora en su política como jefe del Ejecutivo. Si en lo económico se había tenido que plegar a las exigencias de Bruselas para enderezar el déficit público (reforma laboral, recorte presupuestario, incremento del IVA, reducción salarial a los funcionario y congelación de las pensiones), en lo político ha tenido que doblegarse a su partido (no sólo hay que tomar decisiones, hay que saberlas explicar). De ahí la irresistible ascensión de Rubalcaba, un puño de hierro envuelto entre algodones y con una dialéctica tan convincente que es capaz de vender bañadores en el Polo Norte, por ejemplo. Aunque, no nos engañemos, el ahora superministro tiene que agradecer su escalada a las encuestas.
Observemos lo siguiente: a Trinidad Jiménez la convenció/sacrificó para que optara a la presidencia de la Comunidad de Madrid después de que una encuesta interna del PSOE determinara que tendría más posibilidades de ganar a Esperanza Aguirre. Y una reciente encuesta no partidista daba a Rubalcaba como el ministro mejor valorado. Éste tiene una excelente imagen en su partido y, sobre todo, da una buen imagen entre el disputado electorado de centro-izquierda. El cambio de Gobierno no se ha hecho para enderezar el curso económico (ya fijado por Bruselas y por tanto es indiferente quién ocupe la cartera de Economía), sino para dar un vuelco político a lo que las encuestas reflejan en los dos últimos años: el PSOE cae en picado. Si la jugada de recambio ministerial le sale bien al presidente y secretario general de los socialistas, no tendrá ningún problema para presentarse de nuevo a la reelección. Y si le sale mal, ya ha ‘colocado’ a Rubalcaba como su posible sucesor. En todo caso, telepáticamente le ha comunicado al P.P.: si me dabais por muerto aquí estoy yo.
Así pues, ZP ha realizado una brillantísima operación de cirugía estética ministerial. Ahora bien, no será el equipo que vaya a llevar a cabo las reformas necesarias para salir de la crisis económica, cuando las elecciones generales están ya tan cercanas. ¿Acaso alguien duda de que este nuevo gobierno no va a ser el que el que meta mano de verdad a la incuestionable reforma de las pensiones, o a una política fiscal en donde no sólo paguen los asalariados, o a pelearse con los sindicatos si creen que es necesario?
Este Gobierno se ha hecho para parecer radicalmente de centro izquierda, pero va a tener que seguir tomando decisiones como si fuera la derecha. De manera que puede conseguir el presidente algo que parece contradictorio: cabrear a la derecha y no contentar a sus votantes de izquierda. Ante las elecciones generales de 2012, los votantes de izquierda socialistas tienen una difícil papeleta. Sin embargo, ese arco electoral es consciente de que su posible abstencionismo solo beneficiará al P.P. Pero es en época de depresión económica cuando se producen las mayores confusiones ideológicas, o sea, el transfugismo político del votante.
En todo caso, como ZP tiene tanto apego a las encuestas, tendrá en poco tiempo dos que serán más reales que teóricas: las elecciones catalanas y, para la primavera próxima, las municipales. Estas serán las que marcarán el futuro de ZP y de su partido. Que se lo pregunten a ZR (Gaspar).