Horrores y errores dialécticos
Con la que está cayendo y siguen en las mismas. Abren la boca y todo lo que se les ocurre son juegos de palabras para divertir al respetable o zaherir al adversario político, o ambas cosas a la vez.
A algunos personajes, no todos, alguien les vendió que deben utilizar el doble sentido de las frases para hacer –digo yo—una cierta pedagogía sobre cuestiones de interés, una fórmula que tal vez resultara aceptable si no se cayera con tanta frecuencia en la frivolidad, lo que no contribuye sino a degradar el diálogo social. En el mejor de los casos, la gente no puede sacar conclusiones muy acertadas si nos perdemos en esas ocurrencias vacías.
Así, escuchamos a los dirigentes sindicales, muy adictos a esa escuela dialéctica, afirmar que era preciso modificar los “horrores” de la Ley de Reforma Laboral, al responder a alguna cuestión sobre los supuestos “errores” de la norma, como haciendo hincapié en lo perverso de la misma para los intereses de los trabajadores, con lo fácil que resultaba decirlo sencilla y llanamente. Los mismos autores prefieren a “cada oveja con su pareja”, para no confundir al respetable.
Todo muy ocurrente, sí, aunque con esas declaraciones no consigan sino mostrar los errores y los horrores de una comunicación deficiente, solo eficaz para alentar a los seguidores más enfervorizados, o enfervorizar a otros, no a informarles sobre la realidad de las cosas.
Yo no se quién les ha metido todas esas tonterías en la cabeza, lo mismo que lo de hablar continuamente dando titulares de prensa a los periodistas, como si éstos necesitaran ayuda en su trabajo. En realidad, algo de relación sí guarda esa obsesión con el trabajo de los informadores. Pero resulta curioso que cuando más profesionalizada está la comunicación institucional, más se desee frivolizar en las informaciones o declaraciones oficiales. Y no es eso.
La espontaneidad y el rigor se ven suplantados por ese absurdo juego de palabras, a modo de frases hechas y llamativas, que solo persiguen captar la atención temporalmente, al tiempo que distraer, sobre temas normalmente de mucho más calado, con el objetivo de crear seguidores o fanáticos a la causa, no para hacer más accesibles los mensajes. Porque lo que es razonamiento intelectual, eso brilla por su ausencia.
O será que lo que se persigue es exclusivamente eso: distraer y manipular la opinión pública, por la vía de la superficialidad, para evitar que el debate público se instale en la razón, ante la ausencia de una argumentación sólida. Los ciudadanos merecen mayor respeto… o mejores dirigentes.