Las uvas de la ira
Acabo de comprar las uvas con las que voy a despedir este año de 2012. Os prometo que por primera vez me las tomaré todas o, mejor, las engulliré una tras otra, con hueso y todo, al son de las campanadas. Y, al mismo tiempo que vayan pasando de la boca al estómago, tendré un recuerdo de desprecio y también de ira para cada uno de los siguientes pensamientos que me han inundado a lo largo de 2012.
Una: Por la maldita prima de riesgo y por la madre banca que la parió.
Dos: Por los banqueros que han ocultado el verdadero riesgo del ladrillo.
Tres: Por los políticos que en plena crisis vieron brotes verdes.
Cuatro: Por los recortes en educación y sanidad.
Cinco: Por la supresión de presupuestos para investigación.
Seis: Por los nuevos criterios económicos para obtener una beca.
Siete: Por los que permiten el desahucio de una familia que se ha quedado sin recursos.
Ocho: Por la supresión de la paga extra de los funcionarios.
Nueve: Por el aumento de la jornada laboral a las 37,5 horas semanales.
Diez: Por la reforma laboral según la cual se puede despedir al año sin indemnización alguna.
Once: Por el miedo que quieren meternos en el cuerpo para que nos desideologicemos.
12: ¡A tomar por el culo 2012!
Entonces, después de haber tragado las doce uvas con desprecio a cada uno de esos pensamientos, levantaré una copa de cava y brindaré por el nuevo año 2013 para que, al menos, podamos ver la luz de este túnel negro e inquietante en el que nos encontramos.