A vueltas con el precio
Nada más conocerse los primeros datos del aforo del aceite, las primeras reacciones eran no ya de alivio, por el hecho de que la producción se recuperase, sino por cómo esta noticia podía afectar en el precio del aceite. Declaraciones que todos se apresuraban a puntualizar insistiendo en que todavía quedan unas semanas para que se empiece a recoger la cosecha y la climatología es, como lo ha sido siempre, imprevisible y en muchas ocasiones traicionera para las aspiraciones del agricultor.
Frases como las “previsiones son mayores de las que nosotros tenemos”, la reducción puede ser por la sequía “un 10 por ciento menor”, o los datos del aforo implican el desplome del precio, hacen incluso preguntarse hasta qué punto la verdad nos hace libres.
¿Es lícito alegrarse por unas buenas previsiones, después de llevar un año lamentándonos por los malos datos del sector? De acuerdo que el mercado del aceite es muy sensible, pero de ahí a intentar esconder bajo la alfombra algo que se puede ver paseando o conduciendo por cualquiera de las carreteras de la provincia hay un trecho.
La culpa no es, como se pretende siempre, del mensajero, sino de no haber sabido todavía hacer frente a una gran distribución que sigue toreando a los miles de agricultores que intentan cada año sacar de la miseria al oro líquido, que de oro tiene solo su color y sus beneficios saludables, que no el valor económico, al menos en sus grandes números.
A vueltas con el precio, a vueltas con las subvenciones, a vueltas con la concentración de la oferta, mientras tras el telón de fondo continúan, a veces la falta de acuerdo sobre pequeñas cosas, porque en las mayores y principales nadie tiene dudas de los que es vital.
Quizás el sector del olivar necesite, como en muchos otros sectores hacer frente común a un problema que afecta al agricultor en general, y es el aumento del precio de los productos de primera necesidad en el trayecto del campo a la mesa. Alguien se llena los bolsillos y no es precisamente el que lo trabaja. Mientras el consumidor, acuciado por deudas, busca en los lineales de los supermercados no ya el mejor producto, que también, sino el más barato.
Debemos alegrarnos de que, de momento, el tiempo se alíe con nosotros, de que haya llovido cuando y como tenía que llover, de que ni el calor ni las heladas hayan sido extremas y de que el olivo siga siendo ese árbol generoso y fuerte que ha convertido a la provincia en ese bosque ordenado que es.