Albergues, todo vale
Jaén sigue sumida en el bucle de su propia historia. Las noticias se repiten cada año, los mismos problemas, las mismas portadas con distintas (o las mismas) palabras.
Termina noviembre, empieza diciembre, la campaña se acerca y aparte de la eterna lucha de adelantar la recogida de la aceituna, o vivir de la tradición de comenzar con el puente de la Inmaculada, o la Concebida, o la Constitución..., está el qué hacer con aquellas personas que vienen en busca de un trabajo para el que antes se les buscaba y ahora se les deshecha, con todas las consecuencias que eso conlleva.
Eso nos lleva a la apertura de los albergues, 24 en toda la provincia, 800 plazas, intermediarios socioculturales.... Y en eso, el foro de la inmigración propone y los ayuntamientos disponen, con permiso del presupuesto municipal y del dinero que prevén que les llegue por parte de la Junta de Andalucía para abrir un dispositivo único en España.
Porque en esto, como en todo, "poderoso caballero es don dinero...". Y opiniones "haylas" para todos los gustos: "Yo abro porque hay gente durmiendo en la calle"; "yo no abro porque entonces va a venir aún más gente, que al final se quedará durmiendo en la calle". "Yo abro porque es ahora cuando es una emergencia social"; "yo me espero, porque no quiero ver a la gente en la calle en Navidad o Nochevieja y entonces sería una vergüenza social".
Y a fin de cuentas hay que recordar que sólo son tres días de estancia, comida y asistencia. Después, vuelta a la calle, y a ese peregrinaje por la provincia en busca del jornal deseado. De albergue en albergue, de autobús en autobús. Hacen su propia travesía por un desierto de paro, en una tierra cuajada de olivos, que este año arrastran sus ramas por el peso de la aceituna.
Hablamos de número de estancias, de desayunos, comidas o cenas consumidas, incluso de duchas, como si fuesen cosas etéreas, sin darnos cuenta de que detrás de cada una de esas palabras hay personas, hay frío en estos días de temperaturas que en ocasiones bajan de los cero grados, hambre, esperanzas, desesperación, incluso vergüenza, historias con nombres y apellidos.
Personas que volverán a ser utilizadas, como ocurre en los últimos años de forma más descarada, en el escenario político, donde parece que todo vale para demostrar quién es el más o menos sensible en el mal llamado tema social y que en realidad no es más que la vida vivida día a día por más personas de las que somos capaces de imaginar.