La epopeya catalana
Está por escribirse la epopeya catalana, la gran crónica del nacimiento de una nación en los albores del siglo XXI. Ese libro narraría la épica de un pueblo en su lucha para alcanzar la independencia. La eclosión de una estrella cuando alcanza finalmente su sitio en el firmamento de las grandes naciones. Sin duda esa será una obra histórica necesaria, aunque muy difícil de imaginar.
Todas las naciones, al rememorar sus orígenes, hablan de los padres fundadores, la elite llamada a forjar una nueva identidad de ciudadanos libres. La herencia que transmitirán orgullosos de padres a hijos, como memoria colectiva imprescindible. En unos casos, han sido intelectuales situados en la vanguardia, los que han marcado la dirección de los pueblos. En otros, fueron luchadores arrojados, revolucionarios en pos de la emancipación, quienes lograron con las armas los objetivos políticos que reclamaban las masas.
En ocasiones, individuos sanguinarios tachados de terroristas fueron aclamados como héroes al triunfar en el campo de batalla y lograr sus objetivos. Ya se sabe, las memorias de las guerras siempre las escriben los vencedores. Pero ¿qué pasa con los embusteros? ¿Cómo investir de gloria a un ladrón?
En Cataluña ahora, el proceso tiene su propia personalidad, ha sido diferente al de otras estrellas rutilantes. La herencia del fundador ha sido otra. La más alta personalidad política del siglo XX, el hombre que ha reivindicado con más ahínco la creación de una nación separada de España ha confesado ser un defraudador, un estafador de toda la sociedad, lo cual convierte su patrimonio político en un gigantesco engaño. ¿Es esta la estela que desean seguir los catalanes?
Tan importante como la independencia catalana en sí, ha de ser su epopeya, la epopeya del pueblo en su lucha por la libertad. Pero ¿cómo escribir la génesis de una nación si no es posible atribuirle una victoria moral en su lucha contra el opresor?
Si este es el camino elegido, se equivocan. Los catalanes estarán avocados a la esclavitud permanente. No merecen otra cosa que la humillación. La emancipación que persigue Cataluña no ha de lograrla de España, sino de enemigos miserables que viven en su interior.