El desencanto de la clase política
A unas semanas del arranque de la campaña electoral para los comicios autonómicos del 22-M, los partidos políticos han comenzado ya a cocinar su programa electoral y discursos enlatados de escasa sintonía con los ciudadanos, que impertérritos soportan mensajes falaces alejados de la realidad. Se afanan en transmitir su compromiso con los sectores más débiles de la sociedad. Hablan de medidas para paliar el paro, mejorar la sanidad, la educación o salen en defensa del estado de bienestar debilitado por una brutal política de austeridad que impide ver la luz al final del túnel.
Una situación insostenible para cientos de ciudadanos cuyas nóminas no les permiten llegar a final de mes, que no pueden llenar sus frigoríficos con los alimentos más básicos, que no pueden asumir las facturas de luz, agua, teléfono... Podríamos seguir relatando la miseria de una sociedad cansada de contar con unos políticos más preocupados por sus ambiciones e intereses personales que por dar respuesta a problemas reales de los ciudadanos. Invito a nuestros políticos a acercarse a las colas del SAE para conocer "in situ" la desesperación de hombres y mujeres que ven como agotan las prestaciones por desempleo y se quedan sin apenas ingresos. Aún resuena en nuestros oídos aquella letanía tan repetida de "han vivido por encima de sus posibilidades" y que ahora tratan de obviar en sus mensajes encorsetados. La culpa era nuestra, cómo no. Dónde está la cabeza pensante de semejante estupidez.
Pero aquel "eslogan" sirvió de argumento para congelar o bajar pensiones, sueldos de los empleados públicos, salarios de los trabajadores de empresas privadas, recortar subsidios o reducir prestaciones sociales, consiguiendo introducir, de manera sutil, un sentimiento de culpabilidad en la ciudadanía. Con esta inculpación resultaba más fácil establecer medidas de una austeridad generalizada en vez de actuar contra aquellos que generaron esta situación. Ahí seguimos, viendo como nuestros gobiernos protegen a las élites económicas y financieras frente a los contribuyentes que hemos terminado por pagar los platos rotos y los desmanes de una clase política cuestionada por su falta de transparencia, de honestidad y de sensibilidad hacia los que han perdido todo.
Y mientras esta crisis económica y política nos asfixia progresivamente, Andalucía inaugura el calendario electoral de 2015 con las elecciones autonómicas del mes de marzo, a las que seguirán las municipales en mayo. Unos comicios marcados por una gran dosis de ese desencanto hacia los partidos políticos; una desafección que va en aumento a medida que afloran casos de corrupción y la impunidad política se hace cada vez más visible. Los ciudadanos han dejado de creer en el actual sistema político porque tienen la percepción de que la distribución de costes y sacrificios en la crisis está siendo profundamente injusta. No todo el mundo ha pagado de la misma forma: la crisis se ha cebado con los más indefensos. Y no solo eso: quienes mayor responsabilidad han tenido a la hora de desencadenar la crisis no son precisamente quienes más han pagado por ello.