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Reencuentro con los expatriados

Una extraña curiosidad me ha llevado a seguir el programa de televisión “Españoles en el mundo”. Se trata de un formato a medio camino entre el reality y el documental de viajes, que ha alcanzado un notable éxito de audiencia.  En síntesis, por si alguien no lo ha visto, viene a mostrar distintos rincones del planeta desde la mirada y la perspectiva de compatriotas residentes allí, que han sabido enraizar en el nuevo paisaje sin abandonar el carácter y la determinación que mostraron al iniciar su andadura. Por encima de todo, aquí se habla de españoles que, pese a la distancia y el tiempo, se siguen sintiendo orgullosos de serlo.

No es un programa de emigrantes, eso es lo primero que llama la atención, no se analiza un problema social. Se habla de personas expatriadas voluntariamente, que han elegido vivir en otro país por decisión ajena al imperativo de las circunstancias, y allí han logrado la felicidad que antes no pudieron alcanzar.  La mayoría reconoce que se marcharon siguiendo a alguien, o por conocer a alguien que diera sentido a sus vidas. Les resulta común también el ingenio emprendedor, algo que ahora tanto echamos en falta.

No sé qué tipo de criterio se sigue a la hora de seleccionar las historias, pero los españoles por el mundo que aparecen en pantalla son, por encima de todo, gente decidida, personas identificadas con el lugar de destino pero que no rechazan la posibilidad de regresar algún día a la tierra que les vio nacer, para contar sus éxitos y peripecias, aunque ése sea un horizonte muy lejano.

Resulta el programa por eso de gran atractivo para los amantes de los viajes, que llegan a identificarse con el espíritu aventurero de los protagonistas y su peculiar manera de recomendar o explicar el recorrido por cada ciudad o región. Pero hay algo más en las sensaciones que destila el reencuentro.

“Españoles en el mundo” supera la mera descripción, seguramente sin proponérselo. Los jóvenes reporteros que lo realizan nos permiten conocer a los personajes y sus motivaciones por la vía de convertirlos en cómplices del espectador, y además con una frescura que a veces resulta pasmosa.  Los protagonistas se sienten guías privilegiados, porque pueden mostrar a todos sus compatriotas las bellezas de su patria de adopción, la tierra elegida por ellos, y así justificar su marcha. Y ahí surge la magia, la emoción y todos los sentimientos que la nostalgia es capaz de despertar.

Por unos momentos, esas vidas anónimas de los expatriados se transforman para vivir el reencuentro con los de casa. Todos eligieron un camino personal que les llevó lejos, la mayoría por amor, pero el programa les devuelve a sus raíces familiares, como una última oportunidad para restablecer los vínculos que redimen del olvido.  Y el recuerdo de España les vuelve brillante la mirada.