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Así nacerá Felipe VI

La abdicación del Rey Juan Carlos es un hecho histórico. También debería ser histórica la forma en la que se decida qué forma de gobierno quiere el pueblo español. Las recientes elecciones europeas han demostrado el hartazgo de los ciudadanos hacia formas de hacer política impregnadas de tufos de una rancia transición democrática tras el fin de la dictadura. A partir de ahora o los partidos tradicionales se ponen al día o serán barridos por una ola de populismo/radicalismo.

Flaco favor harán a la monarquía quienes van a despachar el relevo en el trono bajo el paraguas de “como establece la Constitución”. Y todo indica ya desde el primer minuto que este va ser el proceso: una sucesión de normas establecidas y por establecer que se llevarán finalmente al Parlamento para su refrendo y aprobación. Así nacerá Felipe VI.

Ya sé que el Congreso de los Diputados representa al pueblo español por medio de sus representantes democráticamente elegidos. Sin embargo, tengo la sensación de que una gran mayoría de ciudadanos no se sienten representados en los escaños que ocupan una buena parte de sus señorías. Simplemente no quieren que los políticos cocinen de forma partidista decisiones que nos conciernen a todos.

Llegan tiempos de cambio y más pronto que tarde tendrán que cambiarse las candidaturas de los partidos en listas cerradas, las elecciones de los jueces, la democratización interna de los sindicatos, el control de las administraciones públicas y el pago a los bancos de la hipoteca aunque te quiten tu casa.

La corrupción, el despilfarro, la falta de trabajo, el negro porvenir de los jóvenes, la rebaja de los salarios, los recortes sanitarios y educativos, el mangoneo de los bancos, la falta de un proyecto común de país, el egocentrismo político, el crecimiento de las desigualdades sociales, la indefensión de los trabajadores, la irrisoria ayuda a la investigación… Todo eso junto ha provocado un imparable descontento y los ciudadanos empiezan a darse cuenta de que está en sus manos un vuelco para una regeneración democrática.

En una democracia nadie es intocable (al menos en teoría). En este contexto, lo más democrático es preguntar a los ciudadanos qué forma de Estado quieren. Reivindico que sean los ciudadanos los que tengamos la oportunidad de pronunciarnos en las urnas sobre si queremos o no una monarquía.

Sin guerracivilismos. Sin cainismos.